lunes, 17 de enero de 2011

DANZA Y NO BALLET FOLCLORICO. JMA.


ESPECIAL

Danzas y no ballet folclórico

Ritos festivos. Arguedas dedicó gran parte de su vida a difundir y rescatar nuestras danzas más ancestrales. En este artículo se refiere, entre otros bailes, a la hoy famosa huaconada.

Por: José María Arguedas*

(*) El Dominical, 10 de julio de 1964. Fragmentos.

Los ballets folclóricos constituyen una expresión plástica en que la escuela clásica del ballet elabora, recrea o se inspira en formas puras de la coreografía folclórica. Puede valerse para ello del argumento mismo de las danzas tradicionales en sus límites propios o componer otro en el cual la danza folclórica recreada aparece oportunamente. En todo caso el ballet folclórico no puede existir sin un previo desarrollo suficiente de la escuela, llamémosle clásica, del ballet.

Otra circunstancia determinante parece existir en los casos del surgimiento del ballet folclórico: el caso de una tradición folclórica en período de extinción o de simple supervivencia y no de pervivencia.

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En el caso del Perú nos parece algo paralelo al de España, aunque en el Perú el contenido mágico del folclor es mucho más vasto. España ha existido en el mundo de su folclor no por medio de un ballet sino mediante coros y danzas. En el Perú las danzas están henchidas de sentido religioso, mágico o social. Tales danzas contienen, por lo mismo, un mensaje más intenso y trascendente que el de los “ballets folclóricos” en los que la recreación constituye la finalidad que ellas pretenden, mientras que la danza folclórica constituye el lenguaje total de un pueblo que no dispone de otros medios diversificados de expresión como los que fueron desarrollados en pueblos con literatura escrita, tales como el teatro, la poética y la narrativa.

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Nosotros propusimos el envío a Europa y América de una selección de danzas y cantos del Perú y no de un ballet folclórico que no existe ni puede existir aún, por las razones que hemos expuesto.

Los huacones de la provincia de Jauja, bajaban danzando a ciertos pueblos del valle, disfrazados para no ser reconocidos. Ese día –1 de enero u otras fechas– el gobernador y el alcalde de los distritos les cedían todo su poder. Pregonaban los huacones las culpas y delitos no sancionados por la justicia oficial y llevaban a los culpables hasta la cárcel.

El concepto de la justicia según las normas de la comunidad se cumplía así, con rigor pero protegido por el manto de la música y la danza. Los sij-llas del valle de Vilcanota, en el Cusco, en cambio, representan una parodia humorística, triste y vengativa de esta misma justicia oficial. El ayla, de Lucanas, el huaylas de la provincia de Huancayo; el maqta carnaval, de Canchis, Cusco, son danzas de solteros, bailes eróticos de iniciación, que constituyen un rito propiciatorio de la fecundidad de la tierra. Los jóvenes, en el Cusco, escalan hasta las cumbres heladas en las que germina la bellísima y precaria flor del phalcha y el achanqaray. Durante el viaje se realizan juegos mágicos: la mujer hará de paloma o de venado y el hombre de halcón o de puma y cazará, con goce de su víctima, a la paloma o al venado. Allí se conciertan los futuros matrimonios. Luego bajarán, al amanecer, a las aldeas, cantando y danzando; los sombreros adornados de la no aún marchita flor del phalcha. Esta danza contiene el más contagiante regocijo, porque interpreta no solo la triunfal alegría de las mozas que acaban de conocer el mayor secreto de la vida sino la belleza del mundo que en esos meses de lluvias empieza a cargarse de fuerzas nutricias. La Corporación de Turismo y la Comisión Nacional de Cultura intentarán presentar un programa tentativo de lo que podría constituir una selección de nuestras danzas como lenguaje del Perú actual, universo en el que lo occidental y lo indígena se han mezclado en armonías originales que pueden, seguramente, fascinar a los hombres con sensibilidad para la danza, la música y la sabia combinación de colores [...].

(*) El Dominical, 10 de julio de 1964. Fragmentos.

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