viernes, 26 de abril de 2013

ALEMANES HANS Y EBERHARD DUDA


CRONICAS DE VIDA…

ANDAHUAYLAS,   LOS GRINGOS ALEMANES
EN EL VALLE DE PINCOS:
HANS DUDA HOFMANN Y EBERHARD DUDA
 Tito Flores Montes
Como consecuencia de los desastres que trajo la primera guerra mundial y después de haber combatido en ella,  emigro al Perú el ciudadano Alemán Hans Duda Hofman, quien  en el año  1926  radico primeramente en  la ciudad de Arequipa. Posteriormente trabajo cuatro  años en el valle del Cusco  como contador (el era contador  de profesión)  de una sociedad de la zona,  donde  financieros cusqueños habían logrado,  en aquel tiempo,  formar una solida empresa: La Casa Lomellini.
Más tarde,  Hans  se caso con la dama Placida Trelles, quien era prima hermana de mi madre e hija de Maria Antonia Montes de Trelles, (esposa de Jose Antonio Trelles, cuya lapida fue ubicada recientemente en Matapuquio.
          Posteriormente  el tío Hans se fue a trabajar  a la hacienda “Pampatama”, ubicada en el valle del rio Pachachaca, al pie de la hacienda “Amoray”, situada entre Abancay y Chalhuanca de propiedad del tío Federico Trelles Montes, hermano de placida y Oscar y casado con doña Carmela Cardenas pariente materna de mi madre.
Gracias al esfuerzo, laboriosidad y disciplina de Hans duda, “Pampatama”  se convirtió en una importante hacienda  productora  de caña de azúcar. Con sus ahorros en 1930 Hans adquiere de sus suegros “Pincos”,  ubicada  en el valle del mismo nombre y cercana  a Andahuaylas, la que  con  el tiempo se convirtió en una de las haciendas  más productivas y bellas del sur del país.   Como antecedente, la Hacienda  Pincos había sido  cedida en herencia a Maria  Antonia Montes, por su padre el  Marques Max Emilio Montes, propietario de varios feudos  en ese valle.
 Un día en la hacienda  San Carlos la familia estaba alborotada,  se comentaba que   vendrían de visita los tíos Hans y Placida  de la hacienda  “Pincos”,   acompañados de alguien muy especial: otro gringo joven,  quien  además venia con la fama de ser un  “héroe” de la segunda guerra mundial, se trataba de  Eberhard Duda, sobrino de Hans.
              De los corredores con  barandas de la hacienda “San Carlos”  de divisaba el imponente valle, servía también para divisar   los  caballos con  las próximas visitas. El sitio más notorio era al  cruzar el puente sobre el rio Pincos,  el que era el límite entre las dos haciendas.    Para observar mejor a los visitantes  se utilizaban  “larga vistas”   o binoculares,  los  que para los niños, nosotros,  nos  parecía que  por arte de magia permitían ver los objetos tan cerca,  instintivamente   nos daba el impulso de querer tocar las imágenes.  En la lejanía  se observaba a la tía Placida  con su gran sombrero de paja y a los hombres de su entorno con su característico  casco color “caqui”  de la época.  El tío Hans  venia montando sobre su clásico y brioso  caballo “alazán oscuro”  llamado “Lincoln”.
La bienvenida  de estilo a las  visitas que llegaban al fundo  San Carlos (igualmente las tristes despedidas)  era en un promontorio que se ubicaba  a unos quinientos metros de la casa hacienda, ese lugar se llamaba “Parjarumi”, que era efectivamente una inmensa roca partida en dos, quien sabe porque  fuerza de la naturaleza, estaba  rodeada de la  tierra roja de la zona y con el inconfundible e inolvidable, para nosotros, olor del “Tucunay”.
Así conocimos al tío Eberhard Duda, que mas tarde se casaría con la tía Hilda, hermana menor de mi madre. Aquel día mi hermano Carlos y yo, que tendríamos ente  cinco y siete años, nos pasamos sentados   oyendo e imaginando las historias que contaba  el tío Ebert. Refería   que a los 16 años  en plena guerra mundial era ya  piloto de la fuerza aérea Alemana. También  los detalles de cómo su avión en el frente Ruso  había sido derribado por cazas soviéticos, lanzándose   en paracaídas y como antes de llegar a tierra fue recibido con disparos  por soldados rusos, herido y capturado por esas tropas,  quedando  prisionero y liberado recién al finalizar la guerra. Mucho tiempo después el tío Eber aun mostraba las cicatrices en el pie y las huellas de quemaduras en sus brazos causadas  al ser derribado.  Con el tiempo se compenetro con la comunidad del valle llegando a ser alcalde del distrito de Kishuara, tanto él, como su tío llegaron a hablar perfectamente  el Quechua. 
              Esta relación de parentesco y sobretodo de amistad  con los “gringos”  y mis padres  duro´ y perduro´ toda una vida y nos queda a nosotros  maravillosos e imborrables recuerdos. Posiblemente  por esta razón  años más tarde, cuando finalice mis estudios universitarios, decidí ir a perfeccionarme y hacer mi post-grado en  Alemania, determinación de la  que nunca me arrepiento, pues no solo me trajo ventajas en el campo profesional, sino que logre asimilar  para mi vida la cultura alemana.
Siendo estudiante en Alemania pude conocer a la tía Inge, hermana del tío Hans, al tío Helmut hermano del tío Eber, que aun vivía en “oberbinge strasse # 25”. Pero lo que más me turbo fue  conocer la vieja casona de los padres del tío Hans, en Brabant Strasse nr.8  en la ciudad de  Kassel. En la puerta aun se veía en losa blanca y letras negras el anuncio del consultorio del papa del tío Hans que era medico el   Dr. Med. H Duda…  Al tocar  emocionado el timbre, me recibió  la mama del tío Hans  y mirándome  con su viva mirada azul profundo, muy contenta me dijo “ du bist tito” (tu eres tito). Me invito a pasar y luego un clásico te con pastel de manzana.  Me mostro emocionada  antiguas fotos  de su familia en Alemania y las que tenia del Perú, fotos en la que  aparecía  de niño.  La dulce ancianita  sabía los nombres de la numerosa familia en Perú.
La tía placida era la  personificación de la vida y la alegría,  contagiaba su entusiasmo donde estuviera. Era muy amena y conversadora  por naturaleza,  podía abordar cualquier tema con toda clase de personas. Mi abuelita Celia, madre de mi papa, que era muy católica y recatada decía: “Para ella  no hay penas ni preocupaciones que valgan, con su alegría y entusiasmo  va a vivir cien años”...  y vaya que casi lo logra… Hasta ahora en la familia  cuando una persona es muy conversadora,  es clásico manifestar: “Es una Placidita“,    sobrenombre  que ya tiene mi nieta en Alemania, pues es incansable hablando

Mi bella Andahuaylas
El Andahuaylas de ese entonces, estaba formado prácticamente  por pocas calles importantes, además de su bella y antigua plaza de armas, típica plaza de  los pueblos de provincia. Cuadrada con su iglesia de corte español construida con la piedra  “checco”, clásica de  la región.  En cada lado de la plaza se erguían frondosos y añosos arboles de “pisonay”  con sus lindas  flores rojas. En el medio de la plaza una pileta, tipo colonial, rodeada de  coloridos jardines…           tfm@frenosa.com.pe