CRONICAS DE VIDA…
ANDAHUAYLAS, LOS GRINGOS ALEMANES
EN EL VALLE DE PINCOS:
EN EL VALLE DE PINCOS:
HANS DUDA HOFMANN Y EBERHARD DUDA
Tito
Flores Montes
Como consecuencia de los desastres que trajo la primera guerra mundial
y después de haber combatido en ella,
emigro al Perú el ciudadano Alemán Hans Duda Hofman, quien en el año
1926 radico primeramente en la ciudad de Arequipa. Posteriormente trabajo
cuatro años en el valle del Cusco como contador (el era contador de profesión)
de una sociedad de la zona,
donde financieros cusqueños
habían logrado, en aquel tiempo, formar una solida empresa: La Casa Lomellini.
Más tarde, Hans se caso con la dama Placida Trelles, quien
era prima hermana de mi madre e hija de Maria Antonia Montes de Trelles,
(esposa de Jose Antonio Trelles, cuya lapida fue ubicada recientemente en
Matapuquio.
Posteriormente el tío Hans se fue a trabajar a la hacienda “Pampatama”, ubicada en el
valle del rio Pachachaca, al pie de la hacienda “Amoray”, situada entre Abancay
y Chalhuanca de propiedad del tío Federico Trelles Montes, hermano de placida y
Oscar y casado con doña Carmela Cardenas pariente materna de mi madre.
Gracias al esfuerzo, laboriosidad y disciplina de Hans duda, “Pampatama” se convirtió en una importante hacienda productora
de caña de azúcar. Con sus ahorros en 1930 Hans adquiere de sus suegros “Pincos”,
ubicada en el valle del mismo nombre y cercana a Andahuaylas, la que con el
tiempo se convirtió en una de las haciendas
más productivas y bellas del sur del país. Como antecedente, la Hacienda Pincos había sido cedida en herencia a Maria Antonia Montes, por su padre el Marques Max Emilio Montes, propietario de
varios feudos en ese valle.
Un
día en la hacienda San Carlos la familia
estaba alborotada, se comentaba que vendrían de visita los tíos Hans y
Placida de la hacienda “Pincos”, acompañados de alguien muy especial: otro
gringo joven, quien además venia con la fama de ser un “héroe” de la segunda guerra mundial, se
trataba de Eberhard Duda, sobrino de Hans.
De
los corredores con barandas de la
hacienda “San Carlos” de divisaba el imponente
valle, servía también para divisar los
caballos con las próximas visitas.
El sitio más notorio era al cruzar el
puente sobre el rio Pincos, el que era
el límite entre las dos haciendas. Para
observar mejor a los visitantes se
utilizaban “larga vistas” o binoculares, los que
para los niños, nosotros, nos parecía que
por arte de magia permitían ver los objetos tan cerca, instintivamente nos daba el impulso de querer tocar las
imágenes. En la lejanía se observaba a la tía Placida con su gran sombrero de paja y a los hombres de
su entorno con su característico casco
color “caqui” de la época. El tío Hans venia montando sobre su clásico y brioso caballo “alazán oscuro” llamado “Lincoln”.
La bienvenida de estilo a
las visitas que llegaban al fundo San Carlos (igualmente las tristes
despedidas) era en un promontorio que se
ubicaba a unos quinientos metros de la
casa hacienda, ese lugar se llamaba “Parjarumi”, que era efectivamente una
inmensa roca partida en dos, quien sabe porque
fuerza de la naturaleza, estaba
rodeada de la tierra roja de la
zona y con el inconfundible e inolvidable, para nosotros, olor del “Tucunay”.
Así conocimos al tío Eberhard Duda, que mas tarde se casaría con la tía
Hilda, hermana menor de mi madre. Aquel día mi hermano Carlos y yo, que tendríamos
ente cinco y siete años, nos pasamos
sentados oyendo e imaginando las
historias que contaba el tío Ebert.
Refería que a los 16 años en plena guerra mundial era ya piloto de la fuerza aérea Alemana. También los detalles de cómo su avión en el frente
Ruso había sido derribado por cazas
soviéticos, lanzándose en paracaídas y como antes de llegar a tierra
fue recibido con disparos por soldados
rusos, herido y capturado por esas tropas,
quedando prisionero y liberado recién
al finalizar la guerra. Mucho tiempo después el tío Eber aun mostraba las cicatrices
en el pie y las huellas de quemaduras en sus brazos causadas al ser derribado. Con el tiempo se compenetro con la comunidad
del valle llegando a ser alcalde del distrito de Kishuara, tanto él, como su
tío llegaron a hablar perfectamente el
Quechua.
Esta
relación de parentesco y sobretodo de amistad
con los “gringos” y mis
padres duro´ y perduro´ toda una vida y
nos queda a nosotros maravillosos e imborrables
recuerdos. Posiblemente por esta razón años más tarde, cuando finalice mis estudios
universitarios, decidí ir a perfeccionarme y hacer mi post-grado en Alemania, determinación de la que nunca me arrepiento, pues no solo me
trajo ventajas en el campo profesional, sino que logre asimilar para mi vida la cultura alemana.
Siendo estudiante en Alemania pude conocer a la tía Inge, hermana del tío
Hans, al tío Helmut hermano del tío Eber, que aun vivía en “oberbinge strasse #
25”. Pero lo que más me turbo fue
conocer la vieja casona de los padres del tío Hans, en Brabant Strasse
nr.8 en la ciudad de Kassel. En la puerta aun se veía en losa
blanca y letras negras el anuncio del consultorio del papa del tío Hans que era
medico el Dr. Med. H Duda… Al tocar
emocionado el timbre, me recibió la mama del tío Hans y mirándome
con su viva mirada azul profundo, muy contenta me dijo “ du bist tito” (tu
eres tito). Me invito a pasar y luego un clásico te con pastel de manzana. Me mostro emocionada antiguas fotos de su familia en Alemania y las que tenia del Perú,
fotos en la que aparecía de niño. La dulce ancianita sabía los nombres de la numerosa familia en Perú.
La tía placida
era la personificación de la vida y la alegría,
contagiaba su entusiasmo donde estuviera.
Era muy amena y conversadora por
naturaleza, podía abordar cualquier tema
con toda clase de personas. Mi abuelita Celia, madre de mi papa, que era muy católica
y recatada decía: “Para ella no hay
penas ni preocupaciones que valgan, con su alegría y entusiasmo va a vivir cien años”... y vaya que casi lo logra… Hasta ahora en la
familia cuando una persona es muy
conversadora, es clásico manifestar: “Es
una Placidita“, sobrenombre que ya tiene mi nieta en Alemania, pues es
incansable hablando
Mi bella Andahuaylas
El Andahuaylas
de ese entonces, estaba formado prácticamente
por pocas calles importantes, además de su bella y antigua plaza de
armas, típica plaza de los pueblos de
provincia. Cuadrada con su iglesia de corte español construida con la piedra “checco”, clásica de la región.
En cada lado de la plaza se erguían frondosos y añosos arboles de “pisonay”
con sus lindas flores rojas. En el medio de la plaza una
pileta, tipo colonial, rodeada de
coloridos jardines… tfm@frenosa.com.pe
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