En la década del año 60, la provincia de Andahuaylas recibió a sacerdotes de diferentes lugares del mundo, quienes paulatinamente se fueron identificando con el pueblo y como todos que visitan esta tierra, sin sentirlo, la fueron haciendo suya.
Esta es una de esas historias, la del padre Franco, a quien manifestamos desde la RED CHANKA nuestro agradecimiento y homenaje por su apostolado, por su labor social, humanitaria y misionera realizada en Andahuaylas.
FELICITACIONES AL PADRE FRANCO POR SUS SEIS DÉCADAS DE MAGISTERIO ESPIRITUAL
EN PERÚ, ANDAHUAYLAS Y AUSTRALIA.
CRONICAS DE VIDA…
Por Sonia Mrva-Montoya, nació en Andahuaylas
vive en Sídney, Australia desde hace 41 años.
Ella es catedrática universitaria jubilada.
EL PADRE FRANCO CELEBRA UN GRAN HITO EN SU VIDA SACERDOTAL
En la década del año 60, la provincia de Andahuaylas recibió a sacerdotes de diferentes lugares del mundo, quienes paulatinamente se fueron identificando con el pueblo y como todos que visitan esta tierra, sin sentirlo, la fueron haciendo suya.
Esta es una de esas historias, la del padre Franco, a quien manifestamos desde la RED CHANKA nuestro agradecimiento y homenaje por su apostolado, por su labor social, humanitaria y misionera realizada en Andahuaylas.
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El padre Frank Bell, conocido por los andahuaylinos como padre Franco fue párroco en la iglesia matriz de San Pedro de Andahuaylas desde 1962 hasta 1975. Su labor pastoral se extendió a los distritos más lejanos de la provincia. “Llegué a Andahuaylas”, dice, “valiéndome de diversos medios de transporte, caminé trechos por caminos de herradura, viajé a caballo y en mulas”. Eran esos años en que la infraestructura andina, sobre todo en períodos de lluvia, se convertían en verdaderos obstáculos para los viajeros. El padre Franco llegó en plena juventud, listo a entregarse al servicio de la parroquia en los asuntos espirituales de los feligreses.
En mi juventud me intrigaba la presencia de sacerdotes extranjeros en nuestro entorno. Trataba, cándidamente de imaginarlos en el contexto de su propio país y de su propia cultura. Años después entablé amistad estrecha con el padre Franco en Australia, su propio país. Esta vez yo era la foránea, la extranjera. La vida no deja de ser sorprendente.
Cuando el padre Franco llegó a Andahuaylas, yo era joven, recuerdo que Erasmo Montoya, mi padre, y el padre Franco eran amigos, juntos tenían largas conversaciones de corte humanista y religioso. Tal vez no siempre coincidían en las mismas ideas, pero compartían la pasión por el progreso del pueblo andahuaylino.
¿Quién es el padre Franco?
El Padre Franco nació en Narrandera, una ciudad pequeña con 4000 habitantes situada al sudeste del estado de New South Wales, a 549 km de Sidney. Narrandera, que quiere decir, lugar de lagartos, en el idioma ancestral de los Aborígenes que la habitaron en el milenio pasado, se caracteriza por su arquitectura colonial tradicional. Sus habitantes descienden mayormente de colonizadores procedentes de Irlanda y de Inglaterra. La región es fértil, rica en plantaciones de frutas, de vegetales y de viñedos; también en ganado lanar y vacuno. El padre Franco fue el hijo menor de una familia que consistía de cuatro hermanos y una hermana.
De joven, lideró grupos de la juventud católica, su entusiasmo y vitalidad muy pronto llamaron la atención de la jerarquía eclesiástica. Fue invitado por el obispo de su diócesis, Monseñor Francis Augustine Henschke a una entrevista, subsecuentemente recibió la oferta de un viaje a Roma para cursar estudios de seminarista . Era 1946, la Segunda Guerra Mundial había concluido, el padre Franco se embarcó, en compañía de otros 15 seminaristas, en su larga travesía con destino a Roma. Allí estudió desde 1946 hasta 1952. En 1952 fue ordenado sacerdote por el Cardenal Fumasoni-Biondi.
Dice el padre Franco, que la oportunidad de estudiar en Roma, sede de la religión Católica, fue un gran privilegio, fue importante para él sentirse conectado con los lugares relacionados a su fe.
En 1950, se presentó a un llamado hecho por el Arzobispo de Boston, Cardenal Richard James Cushing para servir en Latinoamérica. Llegó a Perú, y de esta experiencia cuenta. “En Lima estudié castellano durante tres meses, luego me fui a Andahuaylas. Qué gente tan maravillosa encontré en Andahuaylas, gente muy hábil, autosuficiente, plantaban maíz, papa y muchos otros productos, eran expertos en ingeniería de irrigación, podían cultivar productos en los terrenos mas difíciles, confeccionaban su propia ropa, les encantaba la música de las quenas, de las arpas, de los silbatos y las campañillas que usaban para acompañar su canto… música que ahora a todos nos apasiona. Para mí todo eso fue algo tan nuevo, un contraste con mi propia cultura. La gente cantaba durante toda la celebración de la misa y después cuando terminaba la misa nadie se iba, seguían cantando una y otra vez.”
El padre Franco visitó muchos de los distritos a caballo y no faltaron las veces en que fue a pie. Aún ahora, después de tantos años, suele recitar de memoria los nombres de esos lugares remotos de las punas alejadas.
“Recuerdo el gran recibimiento que tuvimos en Andarapa”, dice. “Lo sorprendente es que a pesar de que no habían tenido un sacerdote por 30 años, la fe seguía viva en aquella comunidad. Una anciana que conocía de memoria las oraciones y los himnos de la misa, dirigía a la congregación, todos le seguían en unísono. Ni bien llegamos, nos pidieron que oficiemos misa y así lo hicimos. Pero nos dimos cuenta (los sacerdotes) que todavía carecíamos de fluidez en quechua, lo que era un obstáculo en nuestra tarea apostólica. Tuvimos que dedicarnos al estudio de quechua durante dos años”.
¿Por qué dejó Andahuaylas?
“Un día empecé a sentirme muy cansado y los médicos pronosticaron que si seguía a tal paso tendría un ataque cardíaco en el lapso de un año; el consejo que se me dio fue que regresara a mi país. Dejé Perú con el corazón roto, regresé a mi patria, pero después de la experiencia en Perú, me costó acostumbrarme a la vida holgada de Australia, empecé a analizar el contraste que había con Perú. Durante los tres primeros años de mi regreso, logré juntar 70,000 dólares con la ayuda generosa y desinteresada de los feligreses de mi nueva parroquia. Ese dinero lo envié a mis ex colegas de Andahuaylas” .
El sacerdote es un maestro espiritual, misionero, que cuando es enviado a cumplir su tarea lejos de su patria, llega al nuevo lugar llevando el legado de su propia cultura, lleva su juventud y su fortaleza, lleva su ser, se inserta en un mundo desconocido, pero muy pronto se reinventa, se transforma y se integra, cumple su tarea lo mejor que puede.
El padre Franco sin duda, se integró nuestra cultura de varias maneras. Un signo de su integración es por ejemplo el gran cariño que siente por los andahuaylinos; otro signo importante es su gran respeto hacia la cultura vernacular de la zona andina y sobre todo, su alta competencia en castellano y en quechua, idiomas que los habla con un distintivo acento andahuaylino.
En Australia, el padre Franco siguió trabajando incansablemente en varias parroquias de la región de la Riverina, hasta que finalmente en 1986 llegó a Narrandera. Llegó con el nombramiento de prelado de la iglesia de San Mel, la misma donde había sido bautizado, donde había servido de acólito de su mentor espiritual el legendario sacerdote-poeta John O’Brien. El padre Franco como párroco de San Mel ideó y completó varios proyectos importantes de valor religioso, histórico y literario. Publicó una breve historia de su parroquia y de la vida de John O’Brien, estuvo a cargo de la construcción de un monumento conmemorativo en honor del famoso sacerdote-poeta. Entre sus obras humanitarias, una muy significativa fue su ayuda a siete familias de refugiados salvadoreños.
El año 2000, en una celebración en la que participó toda su ciudad, en un evento programado durante tres días consecutivos, el padre Franco se jubiló como párroco de San Mel. Sin embargo, a pesar de su jubilación, su labor social y humanitaria continua hasta hoy día.
El padre Franco, es un sacerdote admirado, respetado y querido en su ciudad natal y en varias ciudades de la Riverina donde ha servido en su apostolado. Es admirado y querido por gente muy diversa, tanto por la élite social y política como por agricultores, inmigrantes y refugiados. Muchas personas tienen una anécdota o una historia relacionada a su buen corazón y a su sencillez. Desde hace varias décadas viene abogando incansablemente por la gente desposeída y por los refugiados. Es muy activo en su lucha en el área de justicia social y de derechos.
Gracias Sonia, magnifica la crónica.
Arturo.
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